domingo 14 de septiembre de 2008
Todo esto y mucho más quedará colgando de una tirita del cerebro; tus amores ocultos, tus pajas reprimidas, tus espiritus profános, los deseos inaguantables de mearte sobre tus enemigos, los recuerdos del futuro que hemos dejado atrás, la tiza azul en tus dedos, las fiestas homomusicales, la mecánica cuántica, los aeropuertos (los vacíos y los llenos), las cartas de amor que nunca cerraste, los duendes en tu cabeza, la vez que tu papá te pegó por robarle plata, y la vez que le pegaste a tu hijo por robarte a tí, el mediocrerecuerdo de la primera cópula, el primer cigarro, el último pito, tus amigas que nos dejaron esperando, los amigos que van quedando en el camino, la matriz caliente y autócrata, las mudanzas, el dictador que existió hace tiempo, el pájaro que te cagó la oreja, el secreto que guardas con tus milchorrocientos amigos cercanos, tu primer libro que terminará con esta elucubracion cannabinolica, la vez que tu mamá te pilló masturbandote; todo esto y mucho más quedará colgando de una tirita del cerebro durante diez segundos. No importa si tus oidos quedan triturados bajo las escorias férreas del choque a 264 km por hora, o si alguien te desconecta, o si te abrasa un rayo fulminante mientras saltabas la cerca de metál para robarte un caballo, o si ya no puedes esconder el SIDA bajo la corbata, o si un desconocido vestido de civil de pelo corto y bigote que pasó en ese auto de vidrios polarizados te dispara su colt 38 entre la ingle y el tórax, o si el vómito sanguineo te derrite la garganta; todo esto y mucho más te quedará colgando de una una finisima tirita del cerebro durante los 10 segundos anteriores a tu muerte.
Joe McCoe
tan shoro como siempre (I)
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