domingo, 23 de noviembre de 2008

CORBATA

Varios cuadros de mil colores opacos y de mal contraste estampados en un trozo de tela absurdamente doblado de modo que no se suelte del cuello. El difícil hexágono que ha revolucionado el buen vestir, y es ya el legado más importante de los diseñadores de su época de génesis.

Y siempre es lo mismo, está ahí, estorbando. Solo molesta. O muy allá o muy acá; o mal centrado o muy al centro. Mal hecho el nudo, muy apretado, muy arriba o muy abajo.

Nunca nadie se ha preguntado para qué sirve, ni creo que nadie lo haya explicado.

Ese extraño accesorio indispensable en todo cuello de funcionario público, ejecutivo, cajero, político e incluso estudiante, es un escapulario de la esfera cívica que impone moral, buenas costumbres y disciplina.

Un objeto que pasó ya de ser una prenda.
No tiene razón de ser, pero todos lo usan preocupados sin comprender bien el porqué.

Se deja caer desde lo alto de la camisa y ahí queda, oscilando entre lado y lado del disfraz que ha adaptado al humano de un simple ser al determinante factor del “progreso” y del desarrollo de la sociedad.

Quien lo lleva con desazón, o mal puesto, o sin armonía con el respetado terno, o quien no escogió el mejor contraste para la camisa, pasa a ser un ordinario intento de hombre moderno, renegado de todo derecho cuando de moda y tendencias se habla.

¿Quién me explica cual es su función?

¿Alguien sabrá cual es su procedencia?

No lo creo

Pero hasta saberlo, habremos de seguir usándolo en todo acto o ceremonia importante, donde el protocolo sea prioridad ante la calma de una prenda ordinaria.




y las monedas…

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